Tras un proyecto truncado, que a su vez ha frustrado no solo
unas cuantas ilusiones sino también las vacaciones de una; me dispongo a superar este mes de agosto en Barcelona donde
el mundo conocido a nuestro alrededor desaparece; nos abandonan familiares,
amigos, comercios, bares, rutinas…
El pulso de la urbe se ralentiza y solo los forasteros
venidos de paso consiguen darle una fugaz vitalidad.
A pesar de ser un mes de inopia, es el momento de imaginarse
planes futuros. Mi imaginación es bastante propensa a coger un avión en esta
época del año y volar lejos, de hecho volar a un año vista, allí planta la
sombrilla y la toalla en miles de propósitos.
De
momento, yo aquí presente, me propongo rebozar mis pies
en la arena tantas veces como me sea posible, devorar un buen libro y
tumbarme boca arriba para dejar que el sol me cierre los parpados con
sus traviesos
destellos.
Veraneando...
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